El ambiente o medio ambiente, expresión
esta última ciertamente redundante pero muy difundida entre los países de habla
hispana, hace referencia a un sistema, es decir, a un
conjunto de variables biológicas y físico-químicas que necesitan los organismos
vivos, particularmente el ser humano, para vivir. Entre estas variables o
condiciones tenemos, por ejemplo, la cantidad o calidad de oxígeno en la
atmósfera, la existencia o ausencia de agua, la disponibilidad de alimentos
sanos, y la presencia de especies y de material genético, entre otras.
Muchos entienden equivocadamente que el
ambiente lo es «todo» o, como dirían algunos, «el resto del universo». El
concepto de ambiente que nos interesa hace referencia a aquel en el que se
integran los seres vivos, es decir, aquel dentro del cual interactúan las
formas de vida. Obviamente, hay un particular énfasis en la preocupación por
los ambientes humanos, en la medida en que su conservación garantiza nuestra
existencia. Sin embargo, ello no excluye que podamos identificar ambientes que
corresponden a organismos vivos diferentes al humano, por ejemplo, el de las
especies endémicas de la fauna amazónica.
Debemos advertir a nuestros lectores que
el término «ambiente» no es sinónimo de «ecología». Así, es un error afirmar:
«Vamos a defender la ecología de tal o cual especie silvestre». Ecología es un
término que empleó por primera vez el biólogo alemán Ernst Haeckel en 1864 para
designar la disciplina que estudia las relaciones entre el hombre y su ambiente
(oikos: casa y logos: ciencias). En tal sentido, decir
«defendamos la ecología» es como decir «defendamos la psicología o la
filosofía».
Un concepto que nos ayuda a delimitar el
ámbito y los alcances de la noción de ambiente es el de la biosfera. Si bien
todavía no conocemos suficientemente cuál es el origen de la vida en la Tierra,
es claro que la vida del hombre y de los demás organismos vivos es posible solo
en la biosfera.
La biosfera se define como el espacio
que contiene los ambientes biológicamente habitables.
Este espacio abarca entre los 10 km por
debajo del nivel del mar y los 8 km por encima del mismo; en él se integran la
litosfera (suelo), la hidrosfera (agua) y la atmósfera (aire). Es en este
escenario donde el hombre ha construido una tecnósfera o un ambiente edificado
con industrias y centros urbanos. Las formas de vida que conocemos sobre la
Tierra que incluyen al hombre han surgido, y en muchos casos se han mantenido y
evolucionado, sobre estos grandes soportes naturales. Pero estos soportes no
son compartimentos estancos, independientes uno del otro. Son, por el
contrario, dinámicos y están en permanente interacción: las lluvias y las
sequías; los bosques y la desertificación; la producción de gases por la
industria y el efecto invernadero, no son más que manifestaciones extremas de
esta interacción.
Pero hay algo más. Los organismos vivos
—bióticos— también se encuentran en una estrecha relación con los ecosistemas.
Así pues, los seres vivos y los elementos no vivos vitalmente unidos a ellos
—abióticos, como minerales, petróleo, etc.— necesitan interactuar en un soporte
natural que denominamos ecosistema —bosque, lago, campo cultivado, ciudad,
entre otros.
Así pues, la biosfera es un complejo
sistema en el que interactúan los seres vivos y no vivos, y estos con los
ecosistemas, y requiere de un equilibrio como condición para que la vida siga
siendo posible.
Este equilibrio, que se denomina
«equilibrio ecológico», se encuentra permanentemente amenazado por factores
naturales o humanos. En efecto, desde los orígenes de la vida en el planeta, la
naturaleza realiza determinados ajustes en los que no interviene la actividad
del hombre, generando impactos significativos y en muchos casos catastróficos
en el equilibrio ecológico. Nos referimos por ejemplo a los terremotos,
inundaciones, diluvios e incendios forestales. Sin embargo, el ser humano ha
adquirido una enorme capacidad para modificar la naturaleza con la finalidad de
satisfacer sus necesidades. Con ello, crecen sus posibilidades de producir
impactos negativos en el equilibrio ecológico, como por ejemplo el efecto
invernadero, la desertificación, la contaminación del aire, los residuos
tóxicos o peligrosos, la deforestación, etc.
Etimológicamente, el término «derecho»
proviene de las expresiones latinas dirigere y directum,
que significan «guiar recto una cosa a un destino o lugar determinado».
Así, el derecho tiene por finalidad
regular las conductas humanas a través de normas o mandatos de cumplimiento
obligatorio que tienen por objeto alcanzar el bien común. En ese sentido, al
derecho ambiental le interesa regular aquellas conductas humanas que puedan
influir o alterar de manera relevante las condiciones o «el equilibrio» que
hacen posible la vida en todas sus formas.
Esto determina, conforme afirma el
jurista Raúl Brañes, que el derecho ambiental se ocupe principalmente de las
normas jurídicas que regulan las relaciones más inmediatas entre la sociedad y
la naturaleza, y centre su atención en aquellas normas que han sido:
a. Establecidas para restringir,
prohibir o permitir determinadas conductas con relación al ambiente y sus
componentes, los recursos naturales, como por ejemplo, normas que establecen
vedas, que restringen la caza y que prohíben el tráfico de residuos peligrosos.
b. Regular o establecer derechos y
obligaciones con relación a los componentes del ambiente, como por ejemplo,
regulaciones sobre flora y fauna, acceso a recursos genéticos y ley de aguas.
El derecho ambiental, concebido como el
derecho protector del ambiente, tiene un origen moderno y se ha desarrollado a
la par de la existencia, a gran escala, de las agresiones de los seres humanos
al entorno en que vivimos y realizamos nuestras actividades (trabajo, familia,
lugares de ocio, etc.). Por ello, el derecho ambiental como disciplina se
articula cuando la actividad industrial, generalizada como consecuencia de la
revolución tecnológica, colocó al ser humano en la posibilidad de atentar
gravemente contra su ambiente.
Según Raúl Brañes, el derecho ambiental
está conformado por el conjunto de normas jurídicas que regula las conductas
humanas que pueden influir e impactar de forma muy severa y relevante en los
sistemas de ambiente y los organismos vivos.
Si bien la legislación ambiental tiende
a priorizar la protección del ambiente natural —bosques, áreas naturales
protegidas, diversidad biológica, aguas continentales—, son igualmente
relevantes la legislación referida al ordenamiento del territorio; la
legislación sobre los ambientes construidos —urbanismo, industria, residuos
sólidos— y la referida a la salud humana, es decir, a los efectos nocivos del
ambiente en la salud de los seres humanos.
En la actualidad, el derecho ambiental
está asumiendo nuevos retos para no limitarse a un rol de protección que por
naturaleza lo hace fundamentalmente reactivo y orientado hacia la restricción y
la prohibición. Algunos autores latinoamericanos, como Brañes, buscan redefinir
la disciplina para transformarla en un derecho orientado hacia el desarrollo
sostenible, es decir, un derecho en el cual la protección ambiental está
estrechamente vinculada al crecimiento económico y a la equidad social y
cultural, todo lo cual conduce a una elevación de los niveles de calidad de
vida.
Concepto de Derecho
Ambiental.
Constituye una
especialidad, nutrida por otras ramas del conocimiento jurídico, que protege e
intenta garantizar el funcionamiento de esas autorregulaciones de los
ecosistemas mediante la labor normativa de las actividades humanas que inciden
sobre el ambiente.
El Derecho Ambiental
tiene por objeto condicionar la conducta humana respecto al disfrute,
preservación y mejoramiento del ambiente, induciendo acciones y abstenciones a
favor del bien común.
El Derecho Ambiental
es un área novedosa del Derecho y que su construcción está en proceso, en
nuestro país no ha alcanzado el nivel de difusión requerido.
Cada vez es mayor el número
de consumidores que reclama que los alimentos que consumen sean cultivados
mediante técnicas naturales; aunque su valor en el mercado es más alto que los
cultivados utilizando métodos químicos, ya que éstos afectan la salud de las
personas que los consumen y está demostrado su impacto negativo en la
naturaleza, causando un deterioro al recurso suelo.
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